Umami: el sabor de lo bueno
El umami, conocido como el quinto sabor, es uno de los factores que más han influido en el éxito de la gastronomía japonesa.
Muchas veces me preguntan por qué la cocina japonesa tiene tanto éxito. También, si será cierto que tiene algo de adictiva. El umami, conocido como el quinto sabor, es uno de los factores que más han influido en el éxito de la gastronomía japonesa.
Así como la cocina occidental se caracteriza por la concentración de sabores; pero la cocina japonesa se caracteriza por yuxtaponer y resaltar por separado cada uno de los ingredientes que componen una receta. Por otro lado, en las creaciones culinarias niponas se utilizan alimentos con mucho umami (旨味). Es el quinto sabor que va más allá de lo dulce, salado, ácido o amargo . Y podría traducirse como el sabor de lo bueno; o como yo prefiero llamarlo, el factor de «sabrosidad» que puede tener un cierto plato o ingrediente.
¿El umami es un sabor?
El umami, más que un determinado sabor, debería entenderse como una sensación gustativa: es esa sensación que nos dejan en boca las cosas ricas. ¿Recordáis qué sucede después de paladear un buen jamón ibérico con su grasita veteada o un queso parmesano? Las papilas gustativas se nos ponen a tope y empezamos a salivar más que el propio perro de Pavlov. Esa misma sensación se pone de manifiesto cuando saboreamos productos con mucho umami, como los copos de bonito seco (katsuobushi), el quelpo (alga kombu) o las setas shiitake, presentes de forma más o menos evidente en muchos platos japoneses.


El profesor Kikunae Ikeda fue el precursor del término umami y el investigador que identificó las tres sustancias que lo estimulan: el ácido glutámico (glutamato), el ácido inosínico (inosinato) y el ácido guanílico (guanilato). El producto con más umami que se conoce es el alga kombu (ya que contiene 2.240 mg de ácido glutámico por cada 100 g), seguido del parmesano (con 1.680 mg), el alga nori (con 1.378 mg) y, a continuación en el ranking, otros productos secos o madurados como el jamón curado o el emmental, el tomate y el té verde.
Por otro lado tenemos el bonito secado y ahumado, el comestible más duro que existe, duro como un bloque de madera y que se presenta en forma de virutas o katsuobushi. Esta delicia se lleva la palma en cuanto a niveles de ácido inosínico (con 474 mg de este generador de umami por cada 100 g). Como os comentaba, la tercera sustancia que desencadena el umami es el ácido guanílico, presente en setas deshidratadas como el shiitake y el hongo de ciprés o morilla (con 150 y 40 mg, respectivamente, por cada 100 g).
¿Sabéis qué pasaría si creáramos un caldo base con los productos con mayores niveles de glutamato, inosinato y guanilato? ¡Que cualquier ingrediente que cocináramos con ese caldo multiplicaría de 7 a 9 veces su intensidad de sabor! Pues en eso consiste el caldo dashi japonés, ya que se obtiene al infusionar alga kombu con katsuobushi y, en ocasiones, también se le añaden anchoas secas (niboshi) o shiitake seco. El kombu, además, tiene la propiedad de ablandar las fibras de los alimentos y facilita su digestión y la asimilación de los distintos sabores. En otras palabras: el caldo dashi resultante es algo así como un elixir potenciador del sabor porque se elabora con los ingredientes que más umami tienen. Por eso es muy común emplearlo en la preparación de infinidad de caldos, salsas y aliños japoneses como el caldo para fideos o mentsuyu, la salsita tentsuyu para mojar el tempura, las vinagretas nihaizu o sanbaizu, los consomés ligeros o hashiarai, cremas o surinagashi… y también es fundamental para hacer la archiconocida sopa de miso.


Por la misma regla de tres, no me negaréis que la pasta italiana es mucho más sabrosa cuando se le añade la infalible combinación de tomate y parmesano (ambos, con altas dosis de ácido glutámico) y supongo que también coincidiréis en que el jamón ibérico de bellota aumenta su sabor cuando se combina con pa amb tomàquet, ya que tanto el jamón curado como el tomate y el aceite de oliva activan nuestras papilas gustativas y despiertan esa sensación de «sabrosidad» que los japoneses conocen como el umami.
Artículo publicado el 12 marzo 2013. Última actualización el 23 abril 2022.


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Pau
13 marzo 2013 en 12:45
Muy interesante, había escuchado hablar del umami, pero no con tanto detalle.
Jose
13 marzo 2013 en 20:48
Enhorabuena Roger, un artículo muy interesante.
José
17 marzo 2013 en 09:59
No pondré en duda las investigaciones científicas sobre el Umami,dios me libre. O que en determinadas combinaciones se potencian los sabores,pero comer jamón ibérico de bellota con pa amb tomaquet para aumentar su sabor sería un crimen desde mi humilde opinión.es como tomar toro de máxima calidad con shitake y kombu,un despropósito vamos. Que conste que sólo es mi opinión,algunas cosa pueden funcionar y otras simplemente no,la ciencia y la cocina no son exactas. Saludos
Sol
19 marzo 2013 en 19:58
Magistral la explicación, entre la hora que es y lo que acabo de leer, estoy ya salivando. ;)
Me gusta el pa amb tomaquet (con mil cosas) y me gusta un buen jamón ibérico de bellota, pero como José, creo que el jamón pierde sabor si lo combinas con el tomate. Me pasa lo mismo con el melón con jamón, que muchos consideran una exquisitez, pero a mi me parece que el jamón no sabe a nada si lo mezclas con el melón.
Bucefalore
29 marzo 2013 en 20:25
Pa amb tomaquet y jamón es invencible!
Cristina
4 abril 2013 en 21:04
Justo el otro día en mi blog hablaba sobre el Umami, ya que resulta que el té también lo resalta y en muchos restaurantes empiezan a servirlo como sustituto del vino. Me ha gustado mucho como has explicado este «sabor».
Un saludo.
Cristina – Alrededor de una taza de té
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